Caramiñal, de pescadores y fomentadores.

Corría el año 1822 cuando se consolidaba como entidad única lo que conocemos hoy en día como Puebla del Caramiñal (Pobra do Caramiñal), anteriormente formada por dos pequeñas poblaciones de pescadores bien definidas y vecinas entre sí, el Caramiñal y Puebla del Deán. Sus vecinos vivían por y para la mar y dependían de ella económicamente para subsistir, pues todo giraba en torno a la pesca que era el motor principal de sustento y en particular la de la captura de la sardina.

En el tomo XLIII del libro editado en 1798 “ Memórias políticas y económicas sobre los frutos, comercio, fábricas y minas de España” de D. Eugenio Larruga. Menciona:

“ En los puertos de Escarabote, Postomarcos, la Puebla y Caramiñal en los quales se exercitan los matriculados en las mismas pescas que en las antecedentes: en los primeros con tres lanchas y seis dornas: en el de Puebla con diez y ocho lanchas, y en el de Caramiñal con unas trece. También se exercitan en la de merluza al cordel y anzuelo, saliendo a la mar alta con embarcaciones de mayor resistencia que las comunes.

Los del puertecito del Jobre, ó de Maño, tienen unas dornas para la pesca del pulpo y congrio. Los de la Villa de la Puebla tienen un barco de carga, que sirve para conducir frutos de unas a otras partes del Reyno”.

Tendríamos que remontarnos siglos atrás para buscar el origen de esta explotación que en todo caso fue evolucionando con el tiempo tanto en la forma de sustraerla como de elaborarla. Los métodos de captura y algunas de las artes empleadas por nuestros pescadores llevaron consigo a grandes conflictos entre ellos, dando lugar a los pleitos de mar, a esta cuestión nos referiremos más adelante.

En el libro “Descripción económica del Reyno de Galicia” editado en el año 1804 por la Junta de gobierno del Real Consulado de la Coruña y redactado por D. José Lucas Labrada, secretario por S.M. cita lo siguiente:

“En una ensenada que hace la ría hacia el norte dos largas leguas de Palmeyra, se hallan los puertos de Caramiñal y Puebla del Dean. En el Caramiñal hay tres carpinteros de ribera que se emplean de continuo en construir barcos para éste y otros puertos, seis tejedores de lana del país, lienzo y estopa, en cuyas hilazas y en las de los aparejos de pesca se ejercitan las mujeres del país, entre las cuales hay unas 150 dedicadas únicamente a hacer encaxes. A la salida de la parroquia y feligresía de Xobre, contigua a ella hay bastantes terrenos baldíos que se unen a los de San Martín de Oleiros, jurisdicción de Noia y no faltan también en la parroquia de Xuno, mas de tres leguas distantes al noroeste de Caramiñal, muy propios para producir madera. La pesca de dicho puerto asciende a 12.000 millares de sardina; y en el de la Puebla del Deán a 16.000 millares del mismo pescado, 1800 quintales de pescada y 400 de mielga”.

Como podemos observar en el texto anterior, Labrada hace alusión a los oficios más comunes que por aquel entonces los vecinos tanto del Caramiñal como de la Puebla del Deán se dedicaban, así como la cantidad de pescado que cada uno de éstas pequeñas localidades capturaba, como podemos ver el volumen de capturas de la segunda es más que considerable por lo que podemos deducir que la flota del Deán debía ser ligeramente superior en número de barcos.

Una de las artes de pesca más primitivas utilizadas en todas las rias de forma generalizada y en particular en la Ría de Arosa eran los aparejos conocidos con el nombre de “sacadas”, diferenciando dos tipos según el tamaño; las de mayor envergadura conocidas con el mismo nombre y las de menor tamaño eran las famosas rapetas y traíñas, siendo estas últimas las más utilizadas. A medida que el tiempo iba transcurriendo muchas de estas artes fueron evolucionando, sufriendo algunas modificaciones tanto en las medidas de los paños como en los materiales con que estaban elaboradas.

Junto con las artes anteriores aparecieron más tarde otras como los xeitos, chinchorros y jábegas, siendo estas últimas introducidas por los fomentadores catalanes en nuestras rías y que sería la causa de los conflictos entre los intereses de los sectores marineros y de los propios industriales del sector, dando lugar a enfrentamientos y sabotajes entre partidarios y detractores.

A finales del siglo XIX llega a nuestras rías procedente del Cantábrico una nueva arte de pesca; el cerco con jareta, que al igual que la jabega sería motivo de discordia entre los conserveros e industriales del salazón estos a favor ya que aseguraban un mayor volumen de capturas frente a los marineros del xeito. A raíz de estos conflictos y por iniciativa de las autoridades de marina se crean los pósitos que eran asociaciones cooperativas en las que estaban integrados tanto los marineros como los armadores y en la que se discutían sobre las condiciones y mejoras de trabajo y velar por los intereses del sector mediante el establecimiento de socorro y seguros.

Traiña: consistía en una red de unas cuatrocientas brazas de largo y diez a veinte de alto, su mallas eran aproximadamente de dos pulgadas y media, sin plomada o peso alguno, se calaba rodeando el banco de pescado y así llevarlo a la costa.

  • Chinchorro: red en forma de barredera se diferencia de la anterior en tener menos paño, pues suele no pasar de doscientas brazas.
  • Jabega: red de más de cien brazas de largo, compuesto por un copo y dos bandas de las cuales se tira de tierra por medio de dos cabos.

En el siglo XVIII la pesca en Galicia y la industria de salazón alcanzan tal importancia que llegan noticias a Cataluña a través de los barcos mercantes que navegaban por aquella época rumbo a los puertos del levante español con género de distinta naturaleza, sobre la gran abundancia de sardina en nuestras aguas, motivo éste para que los catalanes se sintiesen atraídos por nuestra tierra y a su vez se asentasen de forma ocasional, sobre todo en los meses en que la sardina estaba apta para el proceso de salado, esto era a partir del mes de septiembre en adelante ya que durante esta época la sardina tenía menor cantidad de grasa, siendo este el mejor momento para su transformación; pero no fue hasta mediados de éste siglo, cuando éstas inmigraciones se hicieron de forma regular y organizada, como consecuencia de la crisis económica que azotaba Cataluña en ese momento por la insuficiencia de su producción pesquera, motivo éste para que se asentasen definitivamente, trayendo consigo los nuevos métodos de salado que habían aprendido estos en los Países Bajos y nuevas artes de pesca.

Tradicionalmente la sardina salada era elaborada por las propias familias de los pescadores en las bodegas de sus hogares, en donde las mujeres las descabezaban y evisceraban mientras que los hombres las salaban, una vez finalizada era transportada por los arrieros y comercializada, sobre todo en el Cantábrico y Portugal.

El método de salado que aportaron los catalanes se diferenciaba del tradicional en el proceso de prensado, pues aquí se sometía a un prensado más ligero por lo que la sardina conservaba mayor cantidad de grasa conservando mucho más su sabor, por el contrario tenía el inconveniente que al entrar en contacto con el aire ésta se oxidaba rápidamente cogiendo un tono de color ocre y amarillento que dificultaba su distribución y comercialización, mientras que con el nuevo sistema el prensado era más fuerte provocando mayor pérdida de grasa con lo que el tiempo de conservación era mayor.

Los fomentadores nombre éste como eran conocidos a estos comerciantes e industriales catalanes provenían principalmente de la zona de Blanes, Calella y Arenys de mar, asentándose a lo largo de nuestra franja costera, pero con mayor presencia en las rías bajas; Vigo, Pontevedra y Arosa, ubicando sus factorías en lugares que reuniesen una serie de condiciones favorables para sus negocios como la cercanía de poblaciones importantes, puertos abrigados a las inclemencias meteorológicas, fondeaderos, etc.

Por lo general, la construcción de estas edificaciones seguían un mismo patrón, en la fachada principal y en la planta baja se encontraba el acceso principal de la fábrica que consistía en la mayoría de los casos en un portón de gran tamaño junto con la oficina, esta tenía unas grandes cristaleras por la cual se controlaba el proceso de elaboración y los movimientos de los empleados, mientras que en la parte superior estaba ubicada la vivienda del propietario.

Atribuimos a los catalanes como los pioneros en la elaboración de salazón de pescado, pero en un artículo publicado por el levantino Vicente Simo Santoja en el Faro de Vigo en 1969, cita lo siguiente “Antigüedad de la salazón en la Puebla”; se refería a que este método de conservación del pescado ya se hacía siglos atrás de forma artesanal antes de que estos comerciantes se afincasen aquí, refiriéndose al comercio de salazón que tuvo lugar en la Puebla en el año 1448.

En el libro “Memoria sobre la pesca de la sardina en las costas de Galicia” escrito en 1774 por Josef Cornide, regidor de la ciudad de Santiago, dice de los pescadores gallegos:

“Son sobrios por naturaleza, e industriosos por necesidad, fundaron siempre su subsistencia en la economía de sus fuerzas, aprovechando moderadamente los productos de su suelo, y costas; y conformándose con los principios de la equidad, bien lexos de interrumpir a sus vecinos en sus tratos y comercio, concurrieron desde la más remota antigüedad a su subsistencia enviándoles en numerosas flotas, abundantes provisiones de pescados; y antes que las naciones del Norte hallasen el modo de salar el bacalao en Terranova, y el arenque en Escocia, y de aprovechar la grasa de las ballenas de la Spizberga, ya los gallegos tenían Navíos de carga , pescaban, salaban, escabechaban, y cargaban en ellos considerables porciones de sardina, ostra, y ceciales que enviaban a muchas partes de su costa”.

La construcción de embarcaciones en nuestros arenales definida en cualquier caso como carpintería de ribera era otro de los oficios más demandados en aquella época, pues lógicamente nuestros pescadores no podían salir a faenar a la costa o en el interior de la ría sin tener sus propios barcos, a su vez bien pertrechados y dependiendo del arte de pesca a utilizar serian de mayor o menor eslora, las más comunes eran las lanchas, traineras, racús ,dornas, etc. mientras que para el transporte de las diferentes mercadorías se construían galeones , pinazas, entre otras, por otro lado cabe destacar que mucha de estas gentes cansados de esta vida tan monótona decidieron salir en busca de aventura y buscar otras alternativas a estos oficios escapando en tal caso de las duras condiciones que suponía esta vida tan precaria y dura a la vez, al final acababan enrolándose como tripulantes en barcos mercantes, de guerra etc., incluso en la participación en algunas expediciones de gran importancia, así lo hace constar en el libro editado en 1838 por D. José Verea y Aguiar Historia de Galicia” en la que cita:

“Los hombres de mérito que debió haber en la marina gallega, antes de que esta se hubiese destruido por componer una gran parte de la famosa expedición desgraciada contra la Inglaterra en el tiempo del Sr. D. Felipe II, se deduce bien de que el navío llamado El Gallego fue el buque principal de la expedición en el descubrimiento, que no solo Sarmiento*, sino otro marinos gallegos hicieron de varias tierras e islas, como han sido Álvaro de Saavedra, Fernando de Grijalva, Juan Gaitán, Álvaro Mendoza, Álvaro Mendaña, Pedro Fernández de Quirós; y sobre todo por los privilegios que de tiempo inmemorial y por los fueros de León del siglo XI gozaban los marineros de Pontevedra, Noya, Muros, Puebla del Dean, Arosa y otros puertos, los cuales fueron confirmados por los señores Reyes Católicos, estando en Tarazona a 22 de marzo de 1480”.